Escrito por Sofía Pérez, Original Post HERE
Traducido por Lorena Neira-Ramírez
Revisado por Catalina Ramírez-Portilla
En las aguas turbias de la costa del sur de la Florida urbana yace un misterio en forma de diamante. Estas elegantes criaturas, parientes cercanas de los tiburones, se deslizan como sombras cerca a la orilla en playas cristalinas de no más de dos metros de profundidad. Aunque hermosos, estos organismos batoideos carecen de nuestra admiración, a diferencia de los icónicos manatíes y las emblemáticas tortugas laúd del estado de la Florida.
Estos enigmas, son conocidos como ‘manta ray’ en inglés, donde ‘manta’ es un sinónimo de cobija o sábana en español. Con aletas pectorales gruesas en forma de alas, las mantarrayas se deslizan a través del agua casi como aves. No obstante, observadas desde cerca, la extensión de sus aletas cefálicas desde el frente de sus cabezas les da una apariencia diabólica, y por tanto reciben el nombre de ‘mantas diablo’.
Fig. 1 Manta raya. Foto obtenida de Canva.com
A diferencia de otros peces, sus vidas pueden extenderse hasta cincuenta años de navegar a lo largo de las cálidas costas y dar saltos mortales fuera del agua. Pero las mantas no sólo son la imagen de la elegancia acuática, también son un misterio de los ecosistemas costeros. Tan sólo hasta el 2008 los científicos descubrieron que existían dos especies distintas: la manta de arrecife, la cual vive a lo largo de las costas del Indo-Pacífico, y la manta gigante, que vive en los grandes océanos y pasa la mayor parte de su vida lejos de las costas.
Las ciencias marinas han dado otro paso hacia el entendimiento del comportamiento de las mantarrayas. Con sólo dos lugares conocidos en el mundo donde se conoce de la existencia de guarderías de mantarrayas -uno en el Golfo de México y otro en Indonesia- los científicos creen que han encontrado una tercera guardería bajo las narices de la metrópolis del sur de la Florida. De hecho, estas mantas en Florida son lo suficientemente únicas a nivel genético para ser consideradas como una tercera especie.
El proyecto de la manta de la Florida (FMP, por sus siglas en inglés) que llevó a cabo este descubrimiento, fue liderado por Jessica Pate, quien entre 2016 y 2019, examinó un tramo de 58 millas de la costa desde la Ensenada de St. Lucie hasta la Playa Boynton, identificando 59 individuos (la mayoría juveniles), en el proceso.
Este descubrimiento no sólo contribuye a la investigación sobre el comportamiento de la manta sino también a su conservación. La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza considera ambas especies de mantas como ‘especies vulnerables a la extinción’, y el Acto de Especies en Peligro estadounidense en 2018 las registró como especies en peligro. Esto hace hincapié en la necesidad de designar hábitats para la conservación. No obstante, con información insuficiente sobre la poblaciones de mantarrayas, es difícil realizar esfuerzos eficaces para su conservación.
Más allá de eso, la guardería recientemente encontrada yace en un lugar mucho más vulnerable que muchos otros. Con las mantas frecuentando áreas con altos niveles de tráfico marítimo o populares muelles pesqueros, es fácil imaginar porqué FMP observó altas tasas de captura por enmallamiento y herida por colisión con botes. Casi la mitad de los 59 individuos identificados mostraron señales de enmallamiento, y se cree que el 27% de la población local de mantas experimenta una suerte similar: las redes de pesca se clavan dentro de los cuerpos de las rayas impidiendo que naden libres, en algunas ocasiones conduciéndolas a la muerte. Adicional a esto, se cree que las rayas locales están en peligro de colisionar con los botes, en tanto el FMP encontró que 10 de los 59 individuos tenían cicatrices ocasionadas por hélices.
Desde 1960 al 2008, la población humana de la Florida incrementó en 262%, con extenso desarrollo ocurriendo a lo largo de la costa. Sin embargo, las amenazas a las mantas van más allá de la alta densidad poblacional en la costa de la Florida. En el mundo, las mantarrayas y mobulas se han tornado en un blanco por sus agallas, que son transportadas y vendidas en Asia como tónicos para la salud. También éstas enfrentan los peligros de destrucción de hábitat, la ingesta de microplásticos, el turismo no sostenible, y el cambio climático.

Desde el 2011, las mantarrayas han sido protegidas en aguas internacionales por la Convención de Especies Migratorias y prohibiciones de pesca han sido establecidas en Ecuador, Perú, México, Filipinas y Nueva Zelanda, pero esto no ha sido suficiente. “Mi principal objetivo es que algún día la manta raya de la Florida será tan icónica y reconocible como la tortuga marina y el manatí”, dice Pate. Afortunadamente, con su nuevo descubrimiento de la guardería urbana, más investigación podrá hacerse sobre la ecología e historia natural de estas especies, lo cual impulsará los esfuerzos de conservación. Junto con un equipo de la NOAA, ella también iniciará un estudio colaborativo con marcación satelital para entender los límites dentro de los cuales yace la guardería de mantarrayas en el sur de la Florida.
Recientemente, el FMP también sumó esfuerzos junto con una escuela de campo dirigida a las mujeres para entrevistar a cientos de pescadores y entender cómo las mantas quedaban entrelazadas en las redes de pesca. A partir de éste, se encontró que la mayoría de las veces el enmallamiento no es intencional pero ocasionalmente es usado como una táctica para atraer grandes predadores. Ahora el equipo se encuentra produciendo material de divulgación para incentivar a los pescadores a recoger sus redes cuando las mantarrayas sean avistadas.
“Los humanos son imprescindibles para tanto causar como resolver todos los problemas ambientales”, dice la Dra. Julia Wester, directora del Programa de Desarrollo de la escuela de campo. Esperemos que esto signifique que con suficiente determinación no solamente podemos descubrir más sobre estas enigmáticas mantarrayas sino también permitirles prosperar.
Bibliografía
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